domingo, 5 de agosto de 2007

LA NOCHE ANTES

Pasamos nuestra , previsiblemente , última noche en Simferopol. Hemos vuelto, tras un agotador día que hemos pasado, despegando y aterrizando y, en su mayor parte, dando saltos en el aire de turbulencia a turbulencia, y tiro por que me toca, con mis consiguientes ataques de pánico, que tan a menudo me hacen quedar en ridículo en las alturas. Un día que nos ha llevado de Madrid a Praga, de allí a Kiev, y de allí a Simferopol, sin salir de los aeropuertos. Un día, que nos ha vuelto a traer cerca de Bika, y una vez más lejos de Lennon. Puede parecer absurdo, pero le echamos de menos hasta el borde de la lágrima a cada segundo, en cada metro recorrido con él en la etapa anterior, en cada lugar donde se llevó alguna reprimenda por portarse … como un niño. No soportamos estar sin él cerca, pero no nos lo decimos mucho el uno al otro, para no confesarnos lo tontos que somos, lo dependientes de nuestro hijo que hemos llegado a ser. Y es que le queremos hasta el infinito y más allá, y no deja de sorprendernos cada día que todo eso es lo que significa ser padres. Que amas tanto que duele, tan por encima de todas las cosas, que todas las cosas cambian de sentido, y cada gesto, cada paso y cada palabra de nuestros propios padres, cuando ellos ocupaban nuestro lugar, adquiere dimensiones desconocidas hasta ahora, y repentinamente , inteligibles. Nadie sabe ser padre, y cuando nos toca, hacemos lo que podemos, esperando hacerlo bien, o aceptablemente, al menos. Nosotros hoy, en ese intento, hemos renunciado a la compañía de Lennon , para evitarle la gran paliza que este viaje definitivo está suponiendo, y hemos cedido su disfrute a sus abuelos, que ya les tocaba, y lo van a aprovechar. Y en ese intento, hemos recorrido varios miles de kilómetros por los aires, dando tumbos, para venir hasta Crimea por última vez, de momento, a hacernos, para siempre, padres de Teresa Victoria, y llevarla con nosotros a formar parte de este experimento que llamamos familia. Ella, aún lo ignora esta noche. Aún ignora todo lo que la está esperando, y que en menos de 24 horas va a empezar a descubrir. Hoy duerme , por última vez en su camita número 3, rodeada por última vez de un puñado de niños perdidos, que han sido sus compañeros de viaje en sus casi tres años de vida, velada , por última vez por unas cuidadoras que le han dado afecto, ternura y disciplina en una lengua, que no va a ser la suya. Todo va a cambiar en unas horas. Para ella y para nosotros. Espero que seamos dignos de ti, pequeña tártara. Espero, hijos, que estemos a la altura de lo que nuestra imaginación os regala para el futuro. Os queremos.

No hay comentarios: